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El soviético que estrechó la mano a Hitler

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"Su mano estaba fría y húmeda, lo que provocaba una sensación desagradable, como si estuviera tocando un reptil", recuerda el intérprete soviético que participó en la reunión entre una delegación soviética y el führer en noviembre de 1940 en Berlín.
El soviético que estrechó la mano a Hitler

En los tiempos de la Gran Guerra Patria el nombre de Hitler estaba por todas partes: en las caricaturas, en las pancartas y en los altavoces. Todos los soviéticos convivían con este símbolo del mal en su vida cotidiana y el objetivo común era hacer justicia. Muchos soldados y oficiales del Ejército Rojo incluso se acercaron a las guaridas del führer, haciéndolas añicos con asaltos y bombardeos. Sin embargo, solo unos pocos llegaron a estrecharle la mano y a conocerlo en persona. Y no lo hicieron por gusto, evidentemente, sino en el cumplimiento de sus deberes profesionales. 

Hoy en 'Huellas Rusas' desvelamos la historia del intérprete Valentín Mijáilovich Berezhkov, que acompañó a la delegación soviética encabezada por el comisario popular de Relaciones Exteriores y el jefe del Gobierno, Viacheslav Mólotov, durante su visita a Berlín en noviembre de 1940. Meses después, las hordas hitlerianas invadirían el territorio soviético.

En esta edición nos fijamos únicamente en las impresiones de una persona de a pie que, casualmente, no solo llegó a conocer en persona a Hitler, sino que, en calidad de intérprete personal de Stalin, habló con gigantes de la época, como Winston Churchill y Franklin Roosevelt

Apaciguamiento de Hitler por Francia y Reino Unido

Antes de adentrarnos en la historia de este hombre, puede que a muchos les surja una gran pregunta: ¿cómo es que la URSS y la Alemania nazi mantuvieron contactos a nivel oficial bien documentados y filmados? La situación de seguridad en Europa en vísperas de la Segunda Guerra Mundial era muy compleja, con una URSS que intentó hasta el último momento abogar por la diplomacia con Francia y el Reino Unido para forjar una alianza en contra de las pretensiones expansionistas de Hitler. Sin embargo, la política de apaciguamiento del Tercer Reich por parte de Londres y de París no llegó a buen puerto: los apetitos del führer no se detuvieron en Austria ni en la partición de Checoslovaquia. 

Aunque la nueva gran guerra en Europa parecía inevitable, en la primavera-verano de 1939 Moscú relanzó sus conversaciones de seguridad colectiva europea con Francia y el Reino Unido, que, en realidad, no cesaban en sus intentos de redirigir las fauces hitlerianas hacia el suelo soviético. No hubo resultados, ni avances.

Tras agotarse los esfuerzos diplomáticos, y ante el factor japonés, con combates entre el Ejército Rojo y las fuerzas niponas en Mongolia, que empezaron en 1939, la jefatura soviética hizo lo que, en palabras de la Cancillería rusa de hoy, fue una "decisión difícil y forzada": el 23 de agosto de 1939 fue firmado en Moscú el pacto de no agresión entre la URSS y la Alemania nazi. La URSS, que fue la última gran potencia en sellar un pacto de este tipo con Berlín, logró ganar tiempo tan necesario para prepararse mejor para una guerra contra el que para entonces era el Ejército más poderoso del mundo. 

En la guarida del führer

El intérprete Berezhkov no era un funcionario cualquiera. Trabajaba en la Embajada soviética en Berlín, donde fue testigo de la vida cotidiana durante la Alemania nazi. "La primera vez que vi a Hitler de cerca fue cuando, junto con Mólotov, entré en su despacho de la cancillería imperial en Berlín el 12 de noviembre de 1940. El führer se encontraba entonces en la cima de su poder y gloria: toda Europa occidental yacía a sus pies. Francia había sido derrotada. Los ingleses, refugiados en sus islas, esperaban lo peor. Consciente del poderío de la maquinaria bélica alemana, Hitler se mostraba arrogante y altivo", escribe Berezhkov en sus memorias décadas después. 

"Una oficina muy grande, una sala enorme, Hitler estaba sentado detrás de una mesa. Cuando vi la sala enorme, la mesa grande, el globo terráqueo enorme, no me dio la impresión de que allí hubiera una figura majestuosa", continúa el intérprete. El führer se levantó de la mesa y se acercó a la delegación soviética compuesta solo por Mólotov, su adjunto y un par de intérpretes. Saludó a cada uno personalmente. "Su mano estaba fría y húmeda, lo que provocaba una sensación desagradable, como si estuviera tocando un reptil. El apretón de manos fue flojo e inexpresivo", apunta Valentín Mijáilovich.

¿De qué habló la delegación soviética con Hitler en Berlín? En palabras de Berezhkov, el dictador nazi intentó seducir a Moscú, insistiendo en la necesidad de empezar a discutir el futuro de las colonias británicas, especialmente la India, tras la ocupación y la derrota de la batalla por las islas del Reino Unido. "Él sabe que la Unión Soviética aspiraba desde hacía mucho tiempo a tener mares cálidos y sin hielo. Y ahora, cuando se plantea la cuestión del destino del imperio colonial británico, la mejor salida para Rusia es avanzar hacia el sur, hacia el golfo Pérsico y la India, por así decirlo", recuerda el traductor en un documental emitido a finales de la década de los ochenta en plena 'Perestroika' de Mijaíl Gorbachov

Sin embargo, el mensajero de Stalin no quiso tragar esa venta de humo por parte de Hitler. Mólotov replicó, a su vez, que la comitiva soviética llegó a Berlín para tocar otros temas, evitando ser arrastrado a una peligrosa discusión que, de haber sido grabada, podría ser usada por los nazis en contra de Moscú. 

"Él [Mólotov] respondió inmediatamente que habíamos venido por otro motivo. Nos interesa saber por qué hay tropas alemanas en nuestra frontera. ¿Por qué están en Finlandia?", dice Berezhkov. Fue en este momento, cuando el führer mostró su verdadera cara. "Varias veces se enfadó mucho y dijo que, en general, si ustedes [la URSS] buscan motivos para el conflicto, podemos encontrar muchos. Se comportó de manera muy descarada. Dijo que no aconsejaría buscar motivos de conflicto con Alemania. Y que, por lo tanto, es mejor que hablemos de cosas más importantes y sigamos adelante", remarca el diplomático en el mismo documental. En esencia, la conversación terminó en nada, después de que Hitler eludiera dar una respuesta clara sobre la presencia de sus tropas cerca de la frontera con la URSS. 

Los recuerdos de Berezhkov son valiosos, porque ofrecen una mirada distinta hacia lo que se esconde detrás del protocolo de las reuniones que determinaron el devenir del mundo en aquella época histórica. El intérprete soviético recuerda que cuando Hitler, acabada ya la parte oficial del encuentro, acompañaba a Mólotov hacia la salida, le dijo al comisario soviético que consideraba a Stalin como "una destacada figura histórica" con la que querría reunirse en un futuro cercano. Mólotov retransmitió este mensaje a Iósif Vissariónovich una vez en Moscú, apunta Berezhkov. 

Efectivamente, la reunión entre Mólotov y Hitler quedó en nada, y meses después las tropas hitlerianas invadieron la URSS. Pero de lo que nunca podía dudar la jefatura soviética es que las palabras del dictador nazi durante aquella breve reunión en noviembre de 1940 fueron traducidas correctamente. El propio führer lo reconoció, sorprendido por el perfecto acento berlinés de Berezhkov, lo que dio lugar al siguiente diálogo.

"Hitler me miró atentamente y preguntó de repente:

—¿Quién es usted, es alemán?

—No —respondí y me apresuré a explicarle a Mólotov de qué se trataba. Pensé que los dos reanudarían su conversación, pero el führer no se calmaba:

—¿Es usted de nacionalidad alemana?

No, soy ruso.

No puede ser —se sorprendió Hitler".

La trayectoria vital de Berezhkov, con todos sus altibajos, merece un episodio aparte. Hizo frente al inicio de la guerra cuando se encontraba prácticamente aislado junto con otros cientos de diplomáticos en la Embajada soviética en Berlín. Después, trabajaría como intérprete de Stalin en la histórica conferencia de Teherán en noviembre de 1943. Días antes, estuvo en el recién liberado Kiev, buscando infructuosamente a sus padres, un episodio que en enero de 1945 le costó su trabajo. Incluso pudo haber sido el intérprete de Roosevelt y no el de Stalin, pero eso es ya otra historia.

Si quieren conocer más historias de este tipo, pueden escucharlas en el pódcast 'Huellas rusas', disponible en la mayoría de las plataformas correspondientes.

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