Transcurrida una década desde que el entonces presidente de EE.UU., George W. Bush, ordenara invadir Irak, la ola de sufrimiento no se detiene. El uso de armas prohibidas hizo estragos en la salud de la población civil, especialmente en los niños.
La guerra que condujo al derrocamiento de Sadam Hussein ha acabado traduciéndose en una larga agonía para la población del país árabe. Los iraquíes recibieron como herencia 'envenenada' una interminable crisis que recae, sobre todo, en los frágiles hombros de los más desprotegidos: los niños.
El uso de armas químicas por parte de las tropas de EE.UU. ocasionó un aumento drástico en la cantidad de menores nacidos con mutaciones defectos y diferentes tipos de enfermedades, denuncian las víctimas.
Karim Sahib / AFP
Las pruebas de los testigos, las imágenes publicadas en la Red de niños con cáncer, leucemia, malformaciones congénitas y daños cerebrales, son numerosas, lo que se suma a la ya escandalosa tasa de mortalidad infantil.
Es por ello que algunos médicos afirman que el intento EE.UU. de llevar democracia al país árabe, tuvo a la postre unas consecuencias catastróficas en lo que a contaminación del medioambiental se refiere.
“Lo que ocurrió en 1991 y después, en 2003, es una verdadera catástrofe. Fueron utilizados todos los tipos de municiones: de racimo, de fósforo, de uranio empobrecido, gases venenosos y sustancias tóxicas. Es decir, armas químicas. Todo esto fue usado deliberadamente y de forma masiva. Su uso en Irak acarreó consecuencias tan terribles en lo que se refiere a contaminación del medio ambiente, que incluso no pueden ser comparadas con las de Hiroshima”, declara el doctor Omar al-Kubeisi, un cardiólogo especializado en investigar las enfermedades que afectan a la población tras la invasión.
Ramzi Haidar / AFP
Según los datos publicados, el índice de malformaciones congénitas en Faluya, 65 kilómetros al oeste de Bagdad, posiblemente ha sido 14 veces superior a la tasa en las zonas afectadas por la radiación durante los bombardeos nucleares contra las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki.
Sin embargo, de acuerdo con los analistas, a pesar de los numerosos llamamientos de los científicos iraquíes reconocidos a nivel mundial, el gobierno de EE.UU. decidió hacer caso omiso e incluso prohibió hacer publicaciones sobre el polémico tema.
Además, como reconocen los analistas, el problema se complica por el hecho de que la influencia de las sustancias radioactivas es acumulativa y, según los médicos, pueden permanecer centenares de años en el ambiente. Una prueba más de que las consecuencias de la invasión de las tropas estadounidenses a Irak son a día de hoy una cicatriz imborrable para las nuevas generaciones en Irak.
