Cuando estuve por primera vez en La Paz, sentí que esta ciudad era como una camisa de fuerza, puesta encima de un cuerpo que poco o nada tenía que ver con los atuendos de la civilización que lo amarran. También pensé que las empinadas calles paceñas eran no sólo una máquina del tiempo para viajar al pasado de los turistas nostálgicos, sino también la muestra clarísima de que los calendarios no son como los presentan.
Allí en la ciudad, que parece un cráter de algún volcán antiguo, a los pies de la cumbre nevada del Illimani, se produce el encuentro único de los mundos que son América, generando ese sincretismo total y definitivo, cuyo nombre es Bolivia. Cualquiera que pase allí más de un par de días, se dará cuenta del fino barniz con que la cultura occidental cubre el rostro moreno de este bello país, es algo casi decorativo; el 'mundo civilizado' occidental, sea 'progresista' o 'reaccionario', no tiene una receta para Bolivia que no fracase.
La realidad boliviana, al parecer, históricamente hizo fracasar todo lo que venía desde afuera: desde la guerrilla del Che que soñaba con crear un centro de acciones revolucionarias aquí, en el 'corazón de América' hasta el negocio de McDonald's que quebró, porque los bolivianos nunca entendieron, para qué deberían comer plástico forajido. Mi enamoramiento por Bolivia fue a primera vista y como el amor, es algo voluntario. Los extranjeros que conocen Bolivia, se dividen en los que la aman o los que no la soportan. Pero incluso estos dos extremos coinciden en algo, que el primer encuentro con Bolivia a nadie lo deja indiferente.
Durante los últimos 20 años, muchos, con una gran simpatía y esperanza, estábamos observando y acompañando el proceso humano, cultural y político en que Bolivia, por primera vez en dos siglos de su independencia estaba recuperando su verdadera soberanía. Una larga e impresionante historia que empezó en el año 2000, con la rebelión popular en Cochabamba contra la privatización del agua, y que costó varias vidas, pero de a poco llevó al triunfo en las elecciones presidenciales del 2005 al sindicalista cocalero Evo Morales, quien obtuvo casi el 54 % de los votos. La historia posterior es más o menos conocida. Con los gobiernos del partido MAS (Movimiento al Socialismo), el pueblo boliviano, por fin, recuperaba las principales riquezas naturales del país, anteriormente conocido como 'un mendigo sentado en una silla de oro'. Los ingresos del Estado se invertían en las agudas necesidades sociales de Bolivia. En los primeros 15 años del poder del MAS, es decir, hasta el inicio de la pandemia, la pobreza extrema en el país se redujo del 37,7 % al 12,9 %, y la pobreza moderada del 59,9 % al 37,2 %. El PIB per cápita subió de los 1.049 dólares en 2005 a 3.671 dólares en 2019. Apenas después del segundo año del primer gobierno de Evo Morales, Bolivia pasó de estar en la categoría de 'países de ingresos bajos' a la de 'países de ingresos medios'.
Como siempre, los indicadores macroeconómicos no reflejan un sinnúmero de profundos cambios sociales y culturales que viven los países. Bolivia, el país más indígena de Sudamérica, considerando la proporción entre la población nativa y la población blanca y mestiza, es también uno de los más racistas. Por primera vez en su historia, tuvo un presidente que representaba la cultura real de su pueblo, y por primera vez, los mestizos y los indígenas obtuvieron acceso al poder en su patria. Solo este enorme cambio cultural significó un rotundo antes y después en la historia de Bolivia. Aparte de esto, por primera vez en la historia del país tuvo lugar la entrega de documentos de identidad a cientos de miles de indígenas, de pensiones mínimas para todos los jubilados, de programas de salud y educación gratuitas para millones de bolivianos, una Asamblea Constituyente para refundar la nación entre todos, y sobre todo, la dignidad humana que, con errores y tropiezos, se construía desde la necesidad y esperanza de todo su pueblo. Hablando de eso, no olvidemos ni el golpe militar fascista en noviembre de 2019, asesorado por la CIA, ni la permanente presión imperial de EE.UU. y sus eternos aliados locales, mucho menos a una oligarquía nacional que con activa y generosa ayuda desde afuera no pasó un solo día en todos estos años sin intentar sabotear, desestabilizar y derrocar 'el gobierno de los indios'.
El sentir de los pueblos indígenas de Bolivia lo expresó en 1992 el importante líder social Felipe Quispe. Cuando él fue detenido por las fuerzas policiales después de una violenta protesta, una periodista le preguntó ¿por qué lo hacía? Y él respondió: "Para que mi hija no sea tu empleada".
Ahora, cuando al parecer todos dentro y fuera de Bolivia hablan de una gravísima crisis en el país, de una falta de todo, de gas, combustible, comida, dólares, etc. y acusan de eso a "la gran corrupción que descompuso a los gobiernos del MAS", me sorprende mucho, porque, al parecer, se les olvida a todos el gran trabajo de la desestabilización de Bolivia desde fuera, los clanes patronales dentro del país, ansiosos de revancha y sedientos de sangre. Como si no existiera nada aparte de problemas económicos de los bolivianos (los que estos 20 años vivieron mucho mejor que en cualquier otro periodo de su historia) y la corrupción e ineptitud del gobierno de izquierda (como si los gobiernos coloniales anteriores, con algunos presidentes que hablaban inglés mejor que español hubieran sido menos corruptos o más patriotas).
No justifico la corrupción del partido MAS, ni su múltiple clientelismo, ni la 'robolución' de los 'choligarcas' en el lenguaje de los taxistas. Es real, es repugnante, no tiene justificación y su daño moral es muy superior al económico. Vi cómo funcionaba todo eso allí en Bolivia y también cómo desde hace muchos años, el MAS se convertía en un refugio para todo tipo de oportunistas y sinvergüenzas profesionales que buscaban sólo los privilegios del poder. Pero no es un problema solo boliviano, sino la parte innata del mundo capitalista, en donde la mayoría estamos sumidos y, mientras el valor central de esta sociedad siga siendo el dinero, la corrupción será invencible. El Movimiento al Socialismo es hacia el hombre nuevo, tal como lo soñó el Che, caído en Bolivia, traicionado por los campesinos explotados e ignorantes que optaron por tomar el bando del poder y no de la revolución. Pero pasaron décadas y sus hijos se rebelaron contra el neoliberalismo. La historia nunca es lineal y mucho menos en Bolivia, no exactamente por su relieve topológico. Si en estas elecciones pierde la izquierda, los corruptos de la izquierda pasarán a los partidos de la derecha para dedicarse a destruir leyes y proyectos creados para favorecer al pueblo. La historia boliviana no se detendrá, pero la harán retroceder a muchas décadas atrás. La prensa dirá que la culpa de eso la tuvo "la corrupción en el partido MAS".
No voy a criticar aquí ni a Evo Morales, ni a Luis Arce, ni a Andrónico Rodríguez ni a nadie más, pues es algo que corresponde exclusivamente a los bolivianos que no necesitan consejos de nadie de fuera. Pero sí voy a expresar una gran decepción por la peligrosísima división de la izquierda boliviana que expone a un enorme riesgo a los logros sociales de su pueblo, alcanzados en los 20 últimos años y a un precio humano muy alto.
En este momento culminante de las elecciones, aparece un mago en la escena. Su nombre es Marcelo Claure, promete derrotar a la izquierda boliviana: "Voy a utilizar todo lo que tengo". Debe tener bastante, ya que es el hombre más rico de Bolivia. Su primera magia la hizo viviendo en EE.UU. al convertirse de un muchacho de la clase media a un multimillonario. 'El Musk boliviano', le dicen. Las malas lenguas de los 'conspiranólogos comunistas' dicen que su principal proyecto puede estar detrás del litio boliviano, la principal riqueza del país. China y Rusia trataron de desarrollar los procesos productivos del litio, pero la aprobación de su puesta en marcha se atascó en interminables trámites legales, ya que las comunidades locales se opusieron, porque "la producción de litio debe ser solo boliviana". Pero Bolivia ahora no tiene recursos ni especialistas ni tecnologías. Lamentablemente, sabemos bien cómo es que en otras regiones del mundo se organizan algunos movimientos 'ecologistas' y 'protestas de colectivos' para frenar proyectos de desarrollo real que no les convienen a las corporaciones, cuando distraen por un lado y lo firman en secreto con peores condiciones para los países, por otro.
En este momento del conflicto global, es comprensible la necesidad urgente que tiene el complejo militar industrial de EE.UU. de apoderarse del litio boliviano, desplazando a sus rivales y estableciendo el control político sobre el Gobierno del país. En este momento, China y Rusia son las únicas alternativas para generar el desarrollo de las economías soberanas del Sur Global que no buscan dominio político y no dictan a otros gobiernos sus políticas internas. La 'izquierda' mercenaria prefiere no verlo y sigue hablando de la 'igualdad' entre 'los imperialismos', favoreciendo a sus dueños. Si hay algo que EE.UU. no ha hecho nunca, por lo menos en América Latina, es apoyar el desarrollo industrial de sus países. Ahora, aprovechándose de la crisis en Bolivia, los expertos en política exterior estadounidense, apoyados por la IA, la CIA y sus minuciosos estudios sociológicos, saben qué promesas y con qué sonrisas deben seducir al electorado boliviano. Obviamente, prometerán mantener todos los logros sociales, además de muchas inversiones extranjeras, trabajo, orden, lucha contra la corrupción, primacía de la ley y todo lo que se pueda soñar. Uno de los candidatos de la derecha en caso de ganar ya promete mantener a Bolivia en los BRICS, conservar los proyectos con Rusia y China, etc. Pero los dueños de su candidatura y del dinero con el que la construyeron son otros y sería demasiado loco pensar que va a ir contra la voluntad de sus patrocinadores. Los candidatos de la derecha en Bolivia no son revolucionarios, son empleados de empresas y potencias extranjeras. De la desesperación de las masas, que impide el pensamiento crítico y abre los oídos a la demagogia de la derecha nacen 'los milei'. ¡Mucho cuidado con eso!
La izquierda boliviana, al parecer, sigue con su 'mea culpa' y el típico ejercicio de autoflagelo en búsqueda de los responsables entre los suyos que hará posible su esperado futuro desastre electoral. Creo que ya tuvieron para eso los 20 años anteriores. Ahora es el momento de sacudir los pesares y las culpas y rebelarse contra el destino que se le impone a Bolivia. Seguir deprimiéndose y esperando la derrota sería el peor crimen contra la esperanza del pueblo boliviano que merece lo mejor. Los enemigos de Bolivia en sus oficinas ya hicieron todos sus cálculos, modelaron todas las opciones, construyeron todas sus ofertas y mentiras más irresistibles y tomaron en cuenta todo, menos una sola cosa: que con Bolivia no sirve, Bolivia siempre suele causar sorpresas.