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'Las Poquianchis': las hermanas mexicanas que levantaron un imperio de lujuria, muerte y prostitución

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En los centros donde recluían a jóvenes humildes había todo tipo de vejaciones: golpizas, violaciones y tumbas clandestinas.
'Las Poquianchis': las hermanas mexicanas que levantaron un imperio de lujuria, muerte y prostitución

La vida de 'Las Poquianchis' —cuatro hermanas que construyeron un "imperio" de prostitución, corrupción, vejaciones, muerte y trata sexual de personas en los estados de Jalisco y Guanajuato— se ha convertido en uno de los mitos mexicanos donde la realidad se entremezcla con la ficción para crear la imagen de unos seres infernales, según la prensa.

Las hermanas María de Jesús, Carmen, Delfina y María Luisa González Valenzuela, conocidas como 'Las Poquianchis', nacieron en las primeras décadas del siglo XX en la ciudad de El Salto, en el centro de Jalisco. Su vida familiar transcurrió en un hogar violento signado por el maltrato físico paterno, la religiosidad materna y la pobreza. 

El inicio de su relación con los locales de expendio de licor ocurrió cuando Carmen, junto a una pareja con la que huyó, abrió una cantina en su ciudad natal. El hombre despilfarró lo ganado y la mujer regresó a la casa materna, sin dinero, pero con el conocimiento de cómo funcionaban ese tipo de lugares.

Esa experiencia animó a su hermana Delfina a abrir un prostíbulo, que fue pagado con la herencia familiar, puesto que los padres habían fallecido. Este establecimiento ilegal, ubicado también en El Salto, tuvo que cerrar sus puertas tras una riña en la que murió uno de sus hijos.

Tras ese trágico suceso, fue María de Jesús quien compró un prostíbulo llamado 'El Poquianchis'. Posteriormente, Delfina decidió probar suerte de nuevo y ambas adquirieron otros establecimientos en San Francisco del Rincón (Guanajuato) y en la ciudad de Lagos de Moreno, en Jalisco, con la anuencia de las autoridades locales y funcionarios que concedían los permisos a cambio de relaciones sexuales con las mujeres prostituidas.

En sus inicios, las propias hermanas se encargaban de ofrecer falsas promesas de trabajo a las jóvenes humildes, que posteriormente eran secuestradas y forzadas a prostituirse para pagar las supuestas deudas que habían contraído. Sin embargo, el negocio creció y un nutrido grupo de cómplices se encargó de cometer los vejámenes.

Un mito

Alrededor de estas hermanas ha crecido un mito. El periodismo sensacionalista de la época contribuyó a forjar la imagen de unas mujeres monstruosas e infernales que cometieron gran cantidad de atrocidades solo empujadas por su "perversión". Sin embargo, distintas fuentes han tratado de hablar de sus crímenes, sin quitarles importancia, pero desde una visión más apegada a los hechos, según la tesis de grado 'El caso de las hermanas González Valenzuela, Las Poquianchis, una aproximación desde el psicoanálisis'.

A estas mujeres las llamaban 'Las Poquianchis' por el local que regentaban y por lo poco que cobraban en sus establecimientos de prostitución, refiere el informe 'Las Poquianchis. Versión Pública de la sentencia de primera instancia', cuya edición estuvo a cargo del Poder Judicial mexicano.

En este texto, donde se incluyen fragmentos de la sentencia con las que fueron condenadas por sus delitos, se afirma que "infundieron terror, odio y miedo" y "despertaron lujuria, avaricia y demás excesos".

Las investigaciones revelaron que algunas autoridades locales estuvieron involucradas o, al menos guardaron silencio, ante las actividades de esta red criminal que se valía de trata de personas y tortura para someter a sus víctimas. Asimismo, los funcionarios públicos, policías, militares y políticos fueron parte de los hechos y apoyaron las prácticas delictivas a cambio de mantener sexo con las mujeres privadas de libertad en los establecimientos.

¿Qué ocurría?

Entre las prácticas delictivas consentidas por las hermanas estaban las violaciones de jóvenes menores de edad que no había tenido relaciones sexuales y que eran instruidas por su agresor de cómo tratar a los clientes. Estas víctimas, en buena parte de los casos, había sido raptadas o llevadas al prostíbulo en contra de su voluntad.

El miedo era tal, que entre las familias se acostumbraba a decir: "No vayan a salir a la calle sin permiso porque se las llevan 'Las Poquianchis' y ya nadie las vuelve encontrar", recuerda Lucero Moreno Murgía en su escrito 'Análisis criminológico crítico feminista de las hermanas González Valenzuela 'Las Poquianchis''.

Los golpes contra las víctimas eran propinados por otras mujeres llamadas 'Las Verdugas', que hacían el trabajo sucio y que castigaban con golpizas a quienes no seguían las órdenes, se quejaban por la poca comida, las condiciones inhumanas en las que estaban o por la insalubridad. Ellas les daban palizas, las sometían hasta la muerte y las desaparecían, según lo que se lee en el fallo judicial. Las órdenes eran de las hermanas.

Las jóvenes dormían en el piso, sin cobijas y con sus excrementos en el mismo lugar. Por esta razón, además de la pobre alimentación que recibían y las tundas, fueron enfermándose y muriendo. Sus cadáveres, al igual que los fetos de quienes habían sido obligadas a abortar, eran enterrados de manera clandestina en el sitio.

Un esperado fallo

En el año 1964, las hermanas González Valenzuela fueron acusadas por sus crímenes. En la sentencia se lee que fueron culpadas de homicidio calificado, secuestro, asociación delictuosa, lanocinio, violación sexual, lesiones, corrupción de menores, amenazas, violación de leyes sobre inhumación, entre otros.

Las autoridades supieron de los delitos de las cuatro hermanas tras recibir denuncias anónimas. Así, a pesar de la complicidad de funcionarios públicos y de seguridad, se hizo una completa investigación basada en testimonios de mujeres sobrevivientes y hallazgos óseos.

La pena impuesta a estas agresoras fue de 40 años. Del mismo modo, también fueron inculpados por delitos similares sus cómplices, entre los que había un nutrido grupos hombres y mujeres que trabajaban bajo sus órdenes.

Aunque comúnmente son denominadas como "asesinas seriales", la citada tesis sobre su caso desde la perspectiva del psicoanálisis considera que no es un término correcto puesto que no habrían escogido cuidadosamente a sus víctimas y no habría un patrón para los feminicidios. No obstante, continúa el texto, esto no las exime de sus responsabilidades en las muertes.

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