El nombre de George Soros figura a menudo en grandes titulares. Al multimillonario húngaro-estadounidense, nacido en Budapest en 1930, se le asocia con extravagantes teorías de la conspiración, que incluso lo presentan como líder de una gran componenda global para empujar a las naciones hacia su decadencia bajo el disfraz de una supuesta defensa de los valores liberales, capaz de captar la simpatía de los progresismos, los jóvenes, las izquierdas y grupos minoritarios que sufren alguna forma de discriminación.
Su historia pública luce, en apariencia, más sobria. Sobreviviente de la II Guerra Mundial, abandonó su país en 1947 para recalar en Londres, donde cursó estudios en la prestigiosa London School of Economics. Allí sería pupilo del renombrado filósofo Karl Popper, que alcanzó notoriedad fuera de los círculos académicos con su libro 'La sociedad abierta y sus enemigos', un tratado de defensa de las libertades individuales y abiertamente crítico ante el comunismo, que, en su opinión, encarnaba lo que denominaba 'sociedades cerradas', totalitarias, castradoras y antidemocráticas por antonomasia.
Tras nueve años en tierras británicas, Soros emigró a EE.UU., donde se labró una próspera carrera como especulador financiero. Según consta en la biografía publicada en su página personal, en 1970 lanzó su propio fondo de cobertura. Un par de décadas más tarde, su nombre quedaría asociado a la quiebra del Banco de Inglaterra, luego de una operación de bolsa que le reportó ganancias estimadas en 1.000 millones de dólares.

La fama de jugador despiadado dentro del mercado financiero lo acompañó durante buena parte de la década de 1990. Por entonces se le atribuyeron varios colapsos en la crisis de los mercados asiáticos, donde se derrumbaron economías de países como Indonesia, Malasia, Tailandia y también Rusia.
Empero, no solo la bolsa captaba su atención. Desde 1979 dirigió parte de sus esfuerzos a un terreno que, a la postre, le redundaría en mucha más visibilidad e influencia: la filantropía. Así, en la década de 1980 enfocó sus actividades en dos puntos geopolíticamente relevantes: la Sudáfrica del 'apartheid', donde otorgó becas a estudiantes negros, y su natal Hungría, entonces parte del bloque comunista de Europa del Este, en la que sus recursos financiaron, entre otras actividades, intercambios de académicos disidentes con países occidentales.
Su apuesta subió todavía más al fundar en 1993 la Open Society Foundations (OSF). El nombre es un claro homenaje a Popper, quien sostenía que "ninguna filosofía o ideología es el árbitro final de la verdad", y que "las sociedades solo pueden prosperar cuando propician la gobernanza democrática, la libertad de expresión y el respeto de los derechos individuales", justo lo que constituye la premisa declarada de su red de fundaciones, hoy con operaciones en más de 100 países y con un capital de 18.000 millones de dólares.
La cara real de la filantropía
Un examen superficial permite colegir sin esfuerzo que lo que Soros presenta como acción filantrópica, tiene de entrada una finalidad política y, más concretamente, supone expandir una lógica de gobernanza apegada a sus ideas en aquellos sitios donde, en su opinión, no habría democracia o esta resulta insuficiente para sus estándares.

Desde otro costado, la irrupción de Soros como mecenas de grupos opositores al Gobierno comunista de Hungría y la salida al ruedo de la OSF, cuando no habían transcurrido ni dos años del desplome de la Unión Soviética, no fueron movimientos al azar. En concordancia con los objetivos de política exterior estadounidense, fue una alianza fructífera que perfeccionó formas de injerencia ensayadas décadas antes por la Agencia Central de Inteligencia de EE.UU. (CIA), ahora con menor costo económico y político que el que habría supuesto una implicación abierta: las llamadas 'revoluciones de colores'.
En la década de 1990, Soros abrió oficinas de la OSF en todo el espacio postsoviético, los Balcanes y Europa del Este. En países como Ucrania, según confesó en una entrevista concedida en 2014, sus actividades comenzaron incluso antes de la independencia ucraniana. "Creé una fundación en Ucrania antes de que Ucrania se independizara de Rusia (sic) y la fundación ha estado funcionando desde entonces. Y jugó un papel importante en los eventos actuales (el golpe de Estado)", admitió entonces.
Tales declaraciones suponen el reconocimiento de su participación en al menos un acto de injerencia para provocar un cambio de Gobierno, lo cual es claramente contrario a la independencia y la soberanía de cualquier país. Pero no se trata de un asunto excepcional. La evidencia recabada por investigadores y periodistas a lo largo de dos décadas apunta que sus 'actividades filantrópicas' y el entramado de ONG que reciben o han recibido fondos de las OSF jugaron un papel destacado en la caída de Ejecutivos calificados como autoritarios por Occidente y donde los intereses geopolíticos de Washington estaban en juego.
En Serbia, el movimiento OPTOR! (¡Resistencia!) fue la cara visible de lo que se presentó ante la opinión pública como protestas populares pacíficas y condujo a la salida del presidente Slobodan Milošević. Pesquisas posteriores demostraron que no se trató de acciones espontáneas.
Se trataba de un liderazgo juvenil con acceso a fondos y medios de comunicación auspiciados por Soros a través de un entramado de ONG vinculadas al tema de los derechos humanos y la libertad de prensa, que siguieron al pie de la letra el manual 'De la dictadura a la democracia', escrito por el estadounidense Gene Sharp, que en su momento fue presentado como "una infraestructura conceptual para la liberación".

Asimismo, no hay duda acerca de los orígenes de la emisora "radio B92, que salió al aire en 1989, con el financiamiento de George Soros y la USAID [Agencia de EE.UU. para el Desarrollo Internacional]", apunta el investigador cubano José Ángel Téllez Villalón.
"En 1996 […] comenzó a transmitir sus programas a través de Internet […] Entre pistas y pistas de rock, y con el apoyo de Radio Liberty, se desarrolló la campaña mediática contra el Ejecutivo serbio, a la vez que se alimentaba el enganche con la música occidental", agrega.
Al atar los cabos, resulta insostenible la narrativa de la espontaneidad y de lucha 'no violenta' que habría de derivar en la caída de Milošević. Luego, el globo de ensayo en Serbia devino rápidamente en modelo de exportación con miras al Cáucaso, Asia Central y Ucrania, zonas claves en las que EE.UU. pretendía disputar influencias con Rusia y China, aprovechando que la potencia regional histórica apenas empezaba a levantar cabeza nuevamente, luego de la debacle que supuso el colapso del sistema soviético.
Sobre este asunto, el académico argentino Khatchik Der Ghougassian puntualiza que los cabecillas de OPTOR! "perfeccionaron su conocimiento y hasta crearon una empresa de consulta privada de 'expertos en revoluciones', Canvas Group, que de acuerdo a su presidente director general, el serbio Srdja Popovic, es una empresa privada pero registrada como una ONG para no pagar impuestos", gracias a los "fondos y asistencia de ONG como el German Marshall Fund o la Soros Foundation".
Así, la expertocracia "revolucionaria" de Belgrado recibió nuevamente recursos de la OSF para trasladarse a Georgia e iniciar en 2003 el movimiento Kmara ('Basta') junto a "una veintena de personas" locales, refiere Der Ghougassian. Sus acciones, que en mucho siguieron el guion serbio –denuncias de fraude electoral, corrupción y ausencia de libertades–, derivaron en la salida del poder del presidente Eduard Schevardnadze.

"Los jóvenes políticos que tomaron el poder han sido en su mayoría financiados por George Soros, el famoso millonario estadounidense. No sé por qué quiso derrocar el Gobierno de Georgia, pero no fue una revolución. Fue un golpe de Estado", reclamó el dignatario depuesto.
Además, quedó demostrado en ese caso que la USAID, el Instituto Republicano Internacional (IRI), la Fundación Nacional para la Democracia (NED) y otras agencias estadounidenses destinaron ingentes cantidades de dinero para procurar un cambio de régimen en el país caucásico, que bautizaron como 'Revolución de las Rosas'.
En el documental francés 'EE.UU. a la conquista del Este' se muestran en detalle los movimientos de esa revolución floral y se deja claramente establecido el rol de Soros en ella, así como en el nuevo Gobierno que la sucedió y la implicación de numerosas ONG en la trama, dado su papel en la recepción y canalización de los fondos extranjeros.
La apuesta subió todavía más en 2004, cuando el teatro de operaciones se mudó a Ucrania y se puso en marcha la 'Revolución Naranja'. Veteranos de Georgia y Serbia se instalaron en Kiev para orquestar el nuevo 'golpe blando', con el respaldo financiero de la USAID y Soros. "Se gastaron 65 millones de dólares en los preparativos de la 'Revolución Naranja" en Ucrania y otros 18 millones durante la misma', afirma el diplomático ruso Yuri Sharkov, con base en lo recogido en investigaciones periodísticas de la época.
Sharkov asevera que "la Fundación Soros desempeñó el papel más activo en la preparación y ejecución de las 'revoluciones democráticas' en Georgia, Ucrania y Kirguistán".

El país centroasiático fue el siguiente lugar a donde enfilaron sus cañones los revolucionarios de Belgrado, Tiflis y Kiev, donde el guion de Sharp y los fondos de Soros y EE.UU. garantizaron el éxito en 2005. Siguiendo la estela de las flores, el derrocamiento de Askar Akáyev se bautizó como 'Revolución de los Tulipanes'.
Aunque la tendencia parecía imparable, la magia se quebró en la Bielorrusia de Alexander Lukashenko y la Rusia de Vladímir Putin. También fracasaron en Armenia (2008) y en Moldavia (2009). No hubo intentos de iniciar alguna 'revolución' en otras naciones de Asia Central, como Kazajistán, Azerbaiyán, Tayikistán o Uzbekistán, por ausencia de interés de la Casa Blanca en financiar revueltas, bien por considerar que las relaciones bilaterales eran lo suficientemente convenientes para sus objetivos geopolíticos o porque no había allí recursos naturales lo suficientemente importantes.
Fuera del espacio postsoviético, el globo de ensayo de las revoluciones de colores se extendió fallidamente, incluso en varias oportunidades, a Myanmar e Irán, así como a Cuba, Nicaragua y Venezuela. No hay duda de que Washington es la mano que mece la cuna y no pocos analistas coinciden en que el modelo Soros-EE.UU. –usar las ONG como mecanismos de desestabilización– ha estado presente en todos los casos.
Una alianza rota
La era de las revoluciones de colores mostró que la alianza entre la Casa Blanca y Soros era eficaz y necesaria. En febrero de 2025, la agencia turca Anadolu divulgó un reporte basado en fuentes abiertas en el que se refiere que en los últimos 15 años, el Gobierno de EE.UU. le otorgó más de 270 millones de dólares al East-West Management Institute, una entidad asociada con la OSF.

"Las afirmaciones de que OSF, fundada por George Soros, recibe financiación de USAID o dirige la financiación de una agencia multimillonaria del Gobierno estadounidense, son manifiestamente falsas. Estas acusaciones forman parte de un esfuerzo más amplio para socavar la labor de desarrollo internacional y deslegitimar la financiación independiente de las organizaciones de la sociedad civil en todo el mundo", sostuvieron desde la entidad.
Por otro lado, aunque Soros figura como uno de los principales donantes del Partido Demócrata y es cercano a los expresidentes Bill Clinton y Barack Obama, su influencia en Washington fue evidente también durante la gestión del republicano George W. Bush (2001-2009). Sin embargo, la llegada de Donald Trump a la primera magistratura estadounidense significó la ruptura de facto del pacto no firmado.
Desde entonces, la brecha no ha hecho más que acrecentarse. Trump ha acusado reiteradamente a Soros de organizar y financiar protestas antigubernamentales, así como de alentar la inmigración irregular. En paralelo, otros mandatarios, como el primer ministro húngaro Viktor Orbán o el presidente turco Recep Tayyip Erdogan, han formulado acusaciones similares contra Soros, algo que él y sus portavoces han negado repetidamente.
Empero, esta fase de acusaciones cruzadas podría estar llegando a su fin para darle paso a la implicación de la Justicia estadounidense. El pasado 12 de septiembre, Trump prometió investigar a Soros sobre la base de lo contemplado en ley de Organizaciones Corruptas e Influenciadas por el Crimen Organizado (ley RICO) por, según dijo, tener bajo su mando "agitadores profesionales".
A ello se suma que en julio pasado se divulgó un documento desclasificado sobre el caso conocido como 'Russiagate'. De acuerdo con ese texto, una entidad vinculada al magnate húngaro-estadounidense habría estado implicada en los intentos de la campaña de la entonces candidata demócrata Hillary Clinton para denostar de Trump, a partir de acusaciones infundadas de una supuesta colusión con Rusia para alterar los resultados de los comicios de 2016.